Los pajaros de su cabeza escaparon por los ojos del sueño y encontraron un camino arbolado que comunicaba con el bosque. Cada noche partían veloces y al amanecer regresaban no sin antes dejar pequeñas ramitas, plumas en su cabello. Cada vez que atravesaban el alba ella percibia los límities que le agrillaba los pensamientos hasta que una mañana mirando el espejo de la calle percibió que sobre su pelo habian anidado las aves de adentro y ahora revoloteaban fuera alborotadas y cantarinas a la vista de todos. Los pájaros de su cabeza, por fin, anidaron en su guitarra, en sus cuadernos, en su paleta y suspiró.
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