Cuando se acercó al remanso de aguas claras donde yo vivía, a pesar
de sorprenderme su hermoso plumaje no impacto en nada mis retinas más
profundas. Las entretelas de mi corazón no se estremecerían hasta mucho
después. Mi escamas tenian entonces un brillo irisado que ejerció sobre
ella una especial fascinación y volvía, pájaro curioso, a ver los
reflejos en el agua. Ella siempre hablaba de embarcarse y ¿dónde se
embarca una? En el mar, en el rio, en un lago o en un estanque.
Y
cuando de su pico surgió un canto por primera vez, aunque distorsionado
por los distintos ambientes que nos separaban, llenó mis oidos y hasta
mis branquias aletearon con mayor profundidad. La imagen de su plumaje
suave me llevo a imaginar el placer de la calidez entre sus plumas.
Nos
habituamos a mirarnos entre el viento y el agua clara de mi hogar y el
hábito consiguió atraernos como se atraen un iman y una esquirla de
acero.
De tanto asombrarnos acabamos por enamorarnos aun sin
entender que el medio distorsionaba la realidad; sin embargo ambas
respirabamos oxigeno, ¿qué podría salir mal?
Ella entraba en mi
humedad y pasaba mucho tiempo en secar su cuerpo, de tal modo que cada
tanto se hizo cada poco y después cada poco tanto a nada.
Ella
volaba y yo la seguía de mirada inquieta y su vuelo que antes me
fascinaba comenzó a desasosegarme. ¿Y si no volvía? Yo me dejaba llevar
entonces hacía aguas profundas donde la luz no alcanzaba y a la misma
velocidad de la luz que era su medio, volvia a la superficie de mi
charca por si ella volaba raso y necesitaba el oxigeno de mis branquias,
el burbujeo de mis palabras tanto como yo anhelaba el sonido de sus
alas batiendo.
Intenté convertir mis escamas en esas alas. Me
molestaba mi escurridiza piel y la friadad del agua. ¡Intentaría dar un
salto! el aire no podría ser tan incomodo, si conseguía hacerle volar.
Y
zas, un primer intento que me dejó casi sin aliento al primer impulso
de salida cuando el oxigeno que nos unia no se encontraba en el formato
que yo esperaba.
Pero aquello no me llevo al desánimo. Solo era
cuestion de entrenamiento. Y una y otra vez salte y alguna que otra vez
ella estuvo allí, con las patas mojadas dentro del agua.
Cada día fantaseaba con mis escamas voladoras para sentirme cerca de su medio ambiente.
Todo
en vano, solo un cansancio cada vez mayor invadió mi cuerpo
escurridizo y brillante al punto de languidecer. Por más que los
salmones surfearan las aguas del rio para desovar, yo no era ni un
salmón ni un pájaro de hermosas plumas.
Ella volaba y sobrevolaba y
entonces creí que si dejara de volar podria pasar más tiempo con sus
patitas en mi charca, cerca de mí, aplaudiendo mi navegación perfecta,
mis burbujas de aire dibujando el agua. ¿Y si ella cortaba sus alas...?
¿Y si yo le pidiera que cortara sus vuelos...!?
No basta el amor para construir un nido en el agua, tal vez el amor nos pedía lo más difícil de todo.
Podría
suplicarle que quebrara sus alas, sin ellas nunca más volveria a
marcharse, permanecería a mi lado, sin embargo no volaría mas y yo...
"yo lo que amaba era un pájaro..."
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