Martina esperaba en el andeanaje la llegada de Cuca. Desde los tiempos sinmemoriables Cuca preparaba su visita para desintoxicarse de las sulfuriosas y radiopasistas aguas de la charca del barrizo de su lugar de crecimiento. Desde las ondas bobinadas del aire recogieron las emisoras noticias sobre de Mercuerio de Almacén y retomando la antigona amistad con Martina se puso en marcha colgada de la pata plumosa del pavión de mercancia; uno de los lugares del cubicuelo más reconocido y publicitado por sus propiedades termometrales. En temuporada alta, el arroyo subía como marea marinada y en invierno caía en hielo picado perforando el lecho (techo de las antípodas) hacia el fondo terrestre para alcanzar el lugar que algunos llamaban de Farh en Heit, brujulado al este del Far oú-est?
Cuca era negra, rápida y con swing. Extendía con frecuencia unas pequeñas alas que la impulsaban en vuelo ligero siempre que sus patas traseras la impulsaban a mentir. Cuca era especial desde recien ovada. En su fase de ovofibio algún cortocircuito conectó ramas nervudas de manera caótica y aquel minúsculo cerebro funcionaba por impulsos desorganizados, como relámpagos de tormenta y que si bien intuía su comienzo no así su finalidad. A veces todo acaba en la pared de donde colgaba el rosario de la señora Aurora, que nunca entendió porqué Cuca parecía atravesar el espacio casi sin saludar.
Martina reservo la habitación más óscura, húmeda y pantanosa del colector principal para que Cuca se sintiera como en casa. No hubiera sido necesario que Martina buscará el mejor colector, para su amiga cualquier lugar es su hogar. Sabe adaptarse a distintos ambiente con facilidad.