jueves, 24 de mayo de 2012

Educación


La educación tradicional, de la cual somos fruto, estaba centrada en la represión y en el autoritarismo. Muchos de nosotros aún recordamos las mil y una restricciones que nos eran impuestas en la infancia: horarios rígidos para las comidas, para volver a casa, reglas morales para los noviazgos, castigos por cualquier desobediencia, no responder a los padres en las discordias, etc.
Delante de tanta severidad y de tantos comportamientos injustos por parte de los padres, la mayoría de al generación nacida o educada en los 60 y 70 crecen con una idea fija: No repetir con los hijos lo que sufren con los padres. En otras palabras, educar a los hijos de una forma opuesta a la educación que se tuvo. Y a partir de ahí, de forma pendular, los padres actuales tienden a caer en un extremo permisivo y la cosa se complica.
¿Qué hacer con el adolescente que no acepta un horario para volver a casa en la noche, pasa la madrugada en Internet, duerme hasta tarde, falta al colegio, deja las ropas extendidas por toda la casa, se excede en el uso del móvil?
Hoy los padres se siente inseguros y vive en un eterno dilema. Saben que deben imponer límites a los hijos pero al mismo tiempo temen el conflicto con ellos, su rebeldía, o ser tachados de autoritarios o déspotas. Y en el intento de resolver ese conflicto interno muchos padres llegan a escoger una forma aún peor: entre la protección y la represión escogen las dos. Protegen en grandes cosas y reprimen en lo secundario. No es raro, padres que prohiben a los hijos ir a una fiesta, fumar o viajar con los amigos, se apresuran a llenarlos de bienes materiales, coche, móvil, ropa de marca, etc. Proteger y esclavizar al mismo tiempo.
De cualquier forma, hay un consenso entre los educadores que el límite, más que nunca es necesario. Limitar significa apenas hacer un uso adecuado del "no". En el mundo de hoy educar a los hijos para una realidad  en profunda transformación llena de desafíos, los padres tienen que alargar el concepto de amor.
Amar significa juntar bondad y verdad. El "NO" forma parte de la relación amorosa. El "no" crea condiciones para que nuestros hijos movilicen su potencial para resolver sus problemas, aumenten sus limites de frustración y se tornen cada vez más independientes y autónomos. Y por que es tan fácil negar alguna cosa a los hijos? Por  causa del sentimiento de culpa. Padres preocupados con la imagen de parecer perfectos delante de los hijos desenvuelven comportamientos extremadamente  benevolentes, estando más preocupados en ser amados por los hijos que en darle autonomía y preparación para la vida. Padres que dicen si todo el tiempo están reforzando conductas de irresponsabilidad, sensación de debilidad y baja estima en los hijos.
Es importante resaltar que el "no" a que nos referimos aquí no es una negativa caprichosa apenas para resolver los sentimientos negativos de los padres, como la ansiedad, preocupación, celos, y competición. Es el ejercicio natural de autoridad paterna en la interpretación de la realidad y en la exigencia de reglas necesarias para una convivencia constructiva. No se trata de preserva el mando autoritario y obligar a los hijos a una obediencia ciega, haciendo valer la máxima de que "manda quien puede". Se trata del establecimiento de reglas de juego, basadas en los hechos y en la leyes que rigen el funcionamiento de la comunidad familiar. Y un "no" más próximo a la figura del arbitro de fútbol que limita el juego, que a la figura del policía arbitrario, decidiendo lo que puedo o no se puede hacer. Los padres no deben  temer discutir con los hijos todos estos puntos señalando que la vida no esta hecha solo de placer, mas también de obligaciones. Envolver a los hijos en las tareas domésticas, enseñarlos a arreglar su cuarto, desde pequeños, a guardar sus juguetes después de jugar son formas de inserirlos en la responsabilidad y comprometimiento. 
Y, finalmente, limitar a los hijos es no una tarea verbal de criticar, discutir, argumentar, gritar. Es colocarse claramente en las cuestiones y sobre todo, tener una actitud firme no cediendo a las manipulaciones y tiranía de los hijos.
Educar es preparar al hijo para la propia libertad. Y él solo será libre psicológicamente si supiera lidiar con la realidad que está hecha de altos y bajos, de placer y de frustración, de devociones y obligaciones, de querer y de poder. Amar al hijo es ser referencia para él en el "si", através del apoyo, del afecto, de la ayuda y del "no".

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