viernes, 24 de febrero de 2012

Aprender a decir "no"


"Tengo un gran problema, no se decir que no, no se negar nada a nadie. Vivo sobrecargada, angustiada. Cuando tengo que dar un no, siento culpa, pena de las otras personas. Tengo mucho miedo a que me consideren egoísta. Y otro problema es mi depresión"

Esta mujer presenta un problema que es común a muchas personas: la dificultad de decir que no. Esto es fruto de una distorsión mental respecto del amor. La primera concepcion del amor, aprendida en la infancia, con los padres, lo coloca como sinónimo de bondad, protección y ayuda. Amar a una criatura obviamente, significa hacer cosas para ella, cuidar de ella y evitar negarle cosas de las cuales ella necesita. Y esto debido a sus limitaciones naturales que la impiden de responsabilizarse por la propia vida. De ahí la dependencia material y psicológica de los hijos en relación a los padres. Con el pasar del tiempo, en cambio, lo natural es que la criatura vaya aprendiendo a a cuidar se si misma y a suplir sus necesidades a través de sus propios recursos o, cuando lo precise de los otros, que esto sea hecho a través del intercambio, del pedir y no del exigir. En el amor verdadero, hay lugar para el si y para el no. El amor como encuentro de dos voluntades de seres semejantes, de personas libres.

El amor es un sentimiento que permea las relaciones, con derechos iguales, con poder igual para todos lados; yo y el otro. El amor adulto incluye, más allá de la bondad, la verdad. En la protección solo existe el si. En el amor, existen el si y el no. Amigo es aquella persona a quien yo puedo dar el no, y de quien yo también puedo recibirlo y hay un respeto al derecho de negar. Entender el valor de esas dos palabras en las relaciones evitará numerosas dificultades entre parejas, entre padres e hijos y entre amigos.

Hay un si que doy a otras personas que es un si para mi. Este es sagrado y debo darlo numerosas veces. Hay un si que doy a las otras personas y que es un no para mi. Es el caso que apuntaba arriba. Desde el punto de vista emocional, esa renuncia al propio deseo trae angustia, resentimiento y hostilidad futura en la relación. Si se quiere matar las relaciones, haga cosas por otro, contrariando tu voluntad. Más tarde o más temprano, de manera consciente o inconsciente, le cobrará el sacrificio.

Existe un no que doy a los otros y que es un no para mi. Este comportamiento no tiene el menor sentido. Es la venganza, la obstinación. Un ejemplo común: Después de una discusión, la mujer dice para el marido: Vamos al cine como habíamos quedado? Y él responde:- No perdí las ganas.

Este no tiene por objetivo culpar y penalizar la otro. Yo me niego algo bueno para hacer al otro sufrir. Y finalmente, hay un no que doy a los otros y es un si para mi. Este no es sagrado y forma parte del amor entre personas maduras. Dos sentimientos están por detrás de nuestra incapacidad para decir que no. La culpa y la pena. Nuestra omnipotencia de hallar que tenemos que resolver los problemas de todas las personas, la sensación de superioridad de estar ayudando no nos permiten la humildad de aceptar que somos limitados y que, por eso mismo, no podemos o no queremos ayudar a alguien, en aquel momento o en aquella circunstancia.

Otra dificultad es el miedo generalizado de ser considerados egoístas al negar algo a una persona. Ese miedo es propio de nuestro egocentrismo, que es el verdadero problema en las relaciones. Egocéntrico es la persona que para ser amada, admirada, para preservar su imagen de buena, prestativa, generosa, para mantener su vanidosas sensación de indispensable, es capaz de abrir mano de si misma y hacer todo por los otros. El propio evangelio es muy claro: “Amar al prójimo como a si mismo”. Y la depresión levantada por la persona del inicio no es otro problema. Es consecuencia del primero. Si para amar a otras personas, yo me imagino obligada a sobrecargarme, hacer cosas contra mi voluntad, a nunca dar un no, tenderé naturalmente a negligenciar mis necesidades, lo que provocará la depresión. La depresión es un sentimiento que decorre de la falta de amor a mi mismo. Y la manifestación más evidente de la falta de auto-amor es no respetar el propio querer, no saber decir que no.

En el fondo, hay un temor a no ser amado, de ser rechazado, de ser abandonado por aquel a quien negamos un favor. La bondad exagerada es una forma de comprar el amor de otro, lo que evidentemente no ocurre. Mismo porque no hay ninguna moneda que compre el amor. Esa tentativa de ser amado por la otra persona a través de la bondad, explica la sensación de injusticia, de ingratitud que puebla el corazón de las personas muy buenas y que nunca son reconocidas."