miércoles, 28 de septiembre de 2011

El dolor de la desconfianza.


Comienza a estructurarse la desconfianza en la infancia, cuando las primeras experiencias con las relaciones humanas son de sufrimiento y en relación a esas personas solidificamos la creencia de que las personas en principio son ruines y mezquinas y nos causaran dolor.
La desconfianza es una postura infantil que esconde la fragilidad y el desamparo de una criatura dependiente en un  mundo hóstil y amenazador.
Desconfianza es miedo, es ansiedad. Es preocuparse por lo aquello que nos puede acontecer y hasta es natural en una critatura asustada y desamparada. Pero adultos ya, deberiamos haber cambiado esa visión de las relacionens sustituyendola por una percepción más realista . No todas las personas son como aquellas de nuestras primeras experiencias de relacionamiento y ya disponemos de mecanismos y herramientas de defensa, cuando somos adultos y autónomos.

Confundimos a menudo confianza con certeza. Creer que confiar es tener la certeza del comportamiento de una persona a nuestro respecto. Y quién confunde confianza con certeza jamás podrá confiar, porque el futuro de alguien es un gran misterio hasta para el mismo. Si la marca fundamental del hombre es su libertad jamás sabremos anticipadamente el comportamiento de alguien.
Desconfianza es abrir mano de la vida de hoy para intentar controlar el futuro. Es un miedo anticipado. La verdadera confianza desiste de toda y cualquier certeza y abre el corazón a la verdad futura sea cual ella fuera. La desconfianza es una dolencia psicológica que nos hace sufrir. El estado de confianza no es un favor que hacemos a alguien, a no ser a nosostros mismos, pues es un estado de paz, sosiego de aquel que dejó el futuro para cuando este quiera llegar.
Una de las forma para trabajar nuestras desconfianzas es aumentar nuestra capacidad de estar presente. La realidad es aquello que percibimos en el momento presente. Saborearla y vivir con ella es el camino de no caer en la tentación de vivir en el futuro.
Confianza es saber que somos limitados, que no podemos adivinar lo que esta por venir, que jamás controlaremos todas las posibilidades y que nuestra única salida es vivir intensamente la realidad , sea buena o mala.