Se envolvió en su cortavientos piel de gallina, aquel día no pasaría frió, no se lo quitaría ni para comer.
Y sucedió que la magia de la piel que la cubría, le envolvió no solo el cuerpo.
Tirito de frió cuando más calor sentía, tembló como una niña perdida cuando más segura estaba, lloró sin remedio cuando más alegría no podía albergar en una excitación de principio al fin, cuando más se alejaba de aquel precipicio.
La emoción la hundía a cada rato con más fuerza y reposaba, volvía a inundarla y a dejarse empapar.
No es posible dejar flotar la ansiedad y la esperanza juntas en el baile del amor que se derraman fuego y nieve al mismo tiempo.
Cogará el cortavientos por un tiempo y no lo volverá a descolgar, por el momento.