sábado, 11 de junio de 2011

Decimotercera, desilusión.

Maritina se ha levantado hoy y parecía que alguien hubiera estado merodeando por el cubículo. Algo no parecia estar en su sitio, una diferencia en la habitación entre la noche y la mañana.
No parecía que faltara nada, las llaves, el cajón desastre, la leonera y la maquina de colorear estaban cada uno en su lugar preferido, como siempre.
Después de revisar el baño, la cocina y el salón notaba que no faltaba nada pero seguía siendo distinta la impresión.
Pasó un rato largo, pasaron dos ratos pardos, pasaron tres ratos más, y Maritina sentía como estaba a punto de descubrir algo importante que tenia relación con su sensaciones de diferente. Algo que le nacía de las extrañas, del corazón, pero estaba en el extremo de los labios y no se registraba en la real edad.

 Llegó Claudio Moscazul, bizco-onde los haiga con su zumbido bailón y su habitual charla monótona, chillona e insulsa.
Y Maritina le ubicaba sin problemas pero le percibía diferente. No se encontraba alegre, ni triste, no se sentía activa ni pasiva, no le hacia caso alguno, como todos los días, le toleraba la molesta charleta pero sin emoción, sin el estress diario. Le escuchaba como através de un espejo, de un filtro, de una droga.
 Nunca le mira a los ojos, nunca le mira mejor dicho ni a las alas, ni a las patas ni nada, pero hoy si le ha mirado de refilón y entonces ha sucedido, no no se ha enamorado de él, que ella ya tiene amora, se ha percatado del color de sus ojos y ha sido suficiente para entrar en claridad.
¡ojos ojos de Claudio son pardos! las flores son pardas, la habitación también es parda. Maritina se ha mirado al espejismo y se ha descubierto en color sepia. Todos los colores se han transformado en uno. Se han unificado para decirle algo, está segura. ¿pero qué?

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