viernes, 22 de abril de 2011

Novena entrada

Maritina cuando era un sueño para la madre universia, no queria venir a ser, solo pretendia tener una estufita que la calentará en el útero del sueño. No queria tener cuepo envejecible y alma rompible y corazón infartable. Ella solo queria ser particula de rayo solar que pudiera posarse en el lodo sin mancharse de él, posarse en la flor sin prendarse de ella y vivir siendo una parte de algo mayor que ella misma, sin conocerse, ni trabajarse.
La madre universia que nos gesta en su vientre la dejo ser parte de su mentruación muchas veces hasta que Maritina cansada de oirla hablar de una vida mágica más alla de la seguridad del vacio, se lanzo de lleno a la vida y se permitio gestar en el alma del cuerpo grande para contemplar el otro lado de sus ojos, el que nunca habia visto, el que solo se muestra a su dueño cuando ya  no es dueño de nada, ni de si mismo, ni del aire que respira, ni la luz que le baña.
Maritina no sabe como es, no se refleja en los espejos, no tiene color de ojos, ni de piel, ni de pelo. Es tan alta como quiere suponer y tan delgada como se quiere percibir, porque nunca se ha visto, no sabe de su belleza ni de su talento.
Vino al cuerpo grande con una brújula que señala sentimientos, solo emociones, no marca norte o sur, solo sentimientos que reconocer para andar en busca de la estufita del útero otra vez.
Los sentimientos le hablan muy alto, muy claro, muy fuerte, y trata ¡pobrecita! de hacerlos domeñables y dóciles, pero los sentimientos se callan un rato y aparecen otro, como un corcho en el mar.
El cuerpo grande se mueve por su ambiente como si no los tuviera o no le gritaran, los esconde en el cubicuelo donde Maritiana a ratos cree asfixiarse con ellos, los moscadores de azul de enjuagar, los retienen en el redil por un rato, y las 3 fabricas de hilo les tejen rejas y verjas, los engabillan y los sujetan mientras pueden y el cuerpo grande cree de nuevo ser fuerte sin ellos y actua como si no existieran, pero al rato vuelven a escapar, Maritina no se hace oir y piensa cuanto le va costar verse en reflejos tan cobardes.

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